domingo, 22 de mayo de 2011

Una historia real, como muchas otras de autoagresión...

Desde hace meses Constanza ha manifestado estados anímicos de tristeza. Su pena es tan grande que constantemente  rompe en llanto, imposible de controlar. Le cuesta dormir por las noches, su apetito disminuye y el rendimiento escolar anda por el suelo. La angustia parece dominarlo todo.
Demasiados padecimientos para una adolescente de sólo catorce años. Pero no es lo único a lo que debe enfrentarse. Sus padres, atraviesan por un serio conflicto marital y cada vez que los oye discutir se encierra en su habitación y se inflige cortes en sus muñecas y antebrazos. Cuando lesiona su propio cuerpo es capaz de evadir las peleas de sus papás. Es su única forma de calmar esas aflicciones. Con eso pasa la angustia. Luego, limpia sus heridas, se recuesta en su cama, logra conciliar el sueño.
Constanza sufre de Síndrome de Automutilación, “un conjunto de síntomas que comprometen las emociones y  está caracterizado por episodios reiterados de descarga de angustia, ira y frustraciones a través de heridas provocadas en el propio cuerpo
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